lunes, 9 de marzo de 2015

¿Qué hacer?



La columna de 
Pablo Lucio Paredes
publicada el pasado sábado 6-III 
en El Universo
¿Qué hacer?


El problema lo hemos incubado desde hace 8 años, porque el Gobierno no ha hecho caso al precepto básico de una economía dependiente de un petróleo volátil: ser flexibles y prudentes porque los ciclos se revierten rápida e inesperadamente (ahora el del petróleo y del dólar). Hemos tenido lo contrario en todos los campos: gobierno excesivo que representa 40% y más de la economía, con una enorme cantidad de gastos de bajísima o negativa productividad, salarios excesivos que no guardan relación con la productividad laboral, sobre todo hay 150.000 empleados estatales adicionales que ganan 40% más que para cargos privados equivalentes. Un sistema inflexible: tasas de interés y finanzas controladas, relaciones laborales estrictas, poquísima inversión extranjera, la propia dolarización, regulaciones excesivas (aunque el presidente diga que no conocía el alcance excesivo de esas regulaciones). Ojo, los problemas ya aparecían aunque disimulados: a pesar de un petróleo de casi 100 dólares, ya teníamos desde 2012 un ritmo frenético de endeudamiento y restricciones comerciales. Y ahora inevitablemente tendremos (mucho) menos crecimiento económico. El debate no está en cómo evitarlo, sino cómo minimizar el impacto en el corto y largo plazo. 
¿Y ahora? Dentro de la lógica del Gobierno solo se puede hacer el ajuste de dos maneras. Una, más deuda y esto se viene masivamente vía mecanismos explícitos (China, multilaterales, mercado internacional), o implícitos (no pago al IESS, petroleras, contratistas, etcétera). Dos, más “muros” alrededor de la economía: cupos, normas técnicas, aranceles, salvaguardias, etcétera, y quizás controles sobre la salida de capitales…, y pequeñas reducciones del gasto público.

¿Algo más se podría hacer? Por supuesto:
  1.  Primero, entrar en una “moratoria legal y de desconfianza”, frenando a tanta institución estatal que, por instrucciones ideológicas de las alturas, persigue y no deja trabajar al sector privado, como por ejemplo tener una mayor flexibilidad laboral (contrariamente a lo que se cree en el Gobierno, el objetivo del empresario no es despedir personal sino tener una empresa sana que contrate más gente). 
  2. Segundo, una reducción masiva de gasto público que elimine tantas actividades de poca utilidad colectiva (aeropuertos donde nadie va, carreteras costosísimas de baja circulación, personal y gastos dedicados a perseguir a los individuos y empresas, y tanto más), lo cual para nada impide seguir destinando recursos a actividades de alto valor como educación o salud. 
  3. Tercero, dirigir recursos hacia la actividad privada en particular exportadora, no como un favor sino como algo lógico y normal, por ejemplo el drawback automático (devolución de impuestos a exportadores, discutida desde años pero recién en camino de implementación ante la urgencia), disminución amplia de impuestos (no restringida a ciertas actividades y con mil limitaciones).
  4.  Cuarto, fomentar la inversión privada que ha caído estos años, en particular donde puede reemplazar a la estatal (el metro de Quito es un ejemplo), solo ella es generadora de real riqueza. Quinto, lo más importante, entender que no están los buenos en el Gobierno y los malos en el resto de la sociedad, sino quizás todo lo contrario, el Gobierno no construye la sociedad, solo es un apoyo. ¿Es mucho pedir?
 

 
 
 

1 comentario:

  1. Estimado PLP:
    Gran artículo (y no sólo lo digo para cepillar por ser tu el director).
    La cuestión es que en economía siempre se ha de considerar el tiempo. Y en este caso es obvio que la situación tan precaria en la que se encuentra la economía ecuatoriana es consecuencia directa de las decisiones de política económica que se tomaron en el pasado mucho más que de las circunstancias coyunturales presentes del dólar y el petróleo.
    La cuestión no es si las medidas que se adoptan ahora solventarán la situación tan difícil, que no lo pueden hacer pues la improductividad pasada y el sobreendeudamiento hay que pagarlo.
    La cuestión es si las medidas que se adoptan ahora harán una economía más próspera en el futuro y más capaz de solventar sus problemas estructurales.
    La respuesta, me temo, es que no, que con estas medidas cada vez estaremos peor.

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