martes, 24 de marzo de 2015

Las Instituciones y los Círculos Concéntricos de la Sociedad

Por:  Juan Fernando Carpio


Suele atribuirse el éxito material y cultural de los países y territorios a una serie de elementos. Se argumenta a favor de la disponibilidad de recursos naturales, la “unidad nacional”, alguna guerra reciente que haya “reanimado” o “despertado” a la población, haber imperializado a algún otro territorio y así sucesivamente. Sin embargo hay abundantes excepciones para todos esos argumentos. Al parecer, lo único que tienen en común los países prósperos y de alta producción cultural son unas instituciones de calidad.

Pero, ¿qué son las instituciones?
    Mientras la Economía del mainstream -corriente dominante- buscaba asemejarse a la Física para parecer “más científica”, la Escuela Austriaca (a la par de la Neoinstitucionalista aunque en otro sentido probablemente complementario) se enfocó en el análisis de las instituciones en las sociedades humanas.  Su fundador, Carl Menger, planteaba que -por ejemplo- el dinero no es fruto del diseño deliberado de nadie. Ciertamente se puede diseñar monedas pero no se les puede imponer el rol de dinero en sociedad. Históricamente el dinero emerge de manera espontánea en cada sociedad como el bien más líquido (más mercadeable) y que adquiere dinerabilidad por dicha liquidez incluso antes que por otras características importantes. El ganado, la concha spondylus, las hojas de té prensado, ciertos granos, los metales y la sal han sido dinero en la historia humana. Ninguno de los anteriores tiene en común nada físico salvo cierta durabilidad (lo cual le vuelve un buen depósito de valor), la fungibilidad (lo cual le vuelve buena unidad de cuenta) y sobre todo y ante todo, liquidez (lo cual le vuelve un medio de pago de aceptación general*).  Pero el uso de un bien como dinero (y ya no solamente para sus usos originales y alternativo) no fue un diseño ni imposición de nadie. Permitió superar las severas limitaciones del trueque**. Desde luego el dinero, que como vemos era un producto puramente social, ha sido confiscado por los gobernantes en distintas épocas. Y de hecho, vivimos en una de las más largas era -y ciertamente la más mundialmente extendida- de dinero confiscado y envilecido por las clases políticas. Eso no anula en absoluto el análisis de Menger sobre el dinero como orden espontáneo. Un continuador de su tradición***, Ludwig von Mises, explica en su indispensable obra “La Teoría del Dinero y el Crédito”  cómo el dinero fiat (decretado, sin respaldo) que aceptamos hoy en día sólo se utiliza porque se hizo un canje masivo y las poblaciones recordaban el dinero pasado como valioso y lo asignaron sin cuestionamiento, al dinero sin respaldo.
     Sin embargo no ha ocurrido lo mismo con el Esperanto. El Esperanto es una lengua que, a decir de muchos lingüistas, contiene buena parte de las fortalezas de los idiomas más difundidos en el mundo pero a la vez evita defectos e irregularidades. A pesar de ser un producto humano bastante pulido, no ha arraigado,  es decir que no ha sido recogido y utilizado por grandes números de personas en algún territorio. El lenguaje no ha sido nunca un producto del diseño humano sino de la acción humana (praxeológico, como diría el brillante autor Enrique Ghersi).
Son instituciones en el sentido mengeriano, es decir órdenes espontáneos:
  • El lenguje
  • La propiedad
  • La familia
  • El dinero
  • Los modales
  • Los sistemas judiciales no-estatales (incluyendo el romano temprano y el common law anglosajón)
  • La empresa
  • La banca
  • Etc, etc.
    Es decir, todas tienen en común que son prácticas socialmente arraigadas y que aparecen así como se perfeccionan, mediante prueba y error. Ninguna fue concebida por una mente individual. Son la suma de experimentos y mentes a lo largo de muchas repeticiones e incluso generaciones humanas.
     El más célebre estudioso de las instituciones como órdenes espontáneos ha sido sin duda el Premio Nobel de Economía F. A. Hayek (alumno a su vez de Ludwig von Mises). Su trabajo general respecto a muchas de las instituciones arriba listadas fue aplicado por su colega italiano Bruno Leoni en su obra “La libertad y la ley” para explicar cómo los sistemas legales de mercado son superiores en capacidad de adaptarse y de autocorregirse a los estatales, que hoy nos han vendido como la única alternativa****. El prof. Juan Ramón Rallo dice que las instituciones tienen 6 características: a) ausencia de autor o mente creadora concreta, b) continua evolución descentralizada de las mismas a través del mecanismo de prueba y error, c) utilidad que le atribuyen sus participantes, d) la voluntariedad, e) la estabilidad y f) autocorrección
    El prof. Jesús Huerta de Soto define a las instituciones como “esquema pautado de comportamiento, con carácter evolutivo”. Nos dice que sirven para lidiar con la incertidumbre inherente al futuro. Proveen de pautas. Son comportamientos. ¿Pero, quién da la pauta inicial?
Los círculos concéntricos de las tendencias sociales
Si las instituciones son comportamientos de raigambre social, ¿aportamos todos por igual a su mantenimiento o conformación?
No. Eso sería físicamente imposible.
     Los seres humanos tenemos distintas preferencias y talentos. Eso significa que nos involucraremos de distinta manera en distintos ámbitos de la compleja experiencia humana. Pongamos sencillos ejemplos. Manuel puede ser altamente influyente con sus conocidos en temas de tecnología pero nadie le pediría un consejo sobre cómo vestirse para una fiesta en un lugar de moda. María es muy popular socialmente, lo cual le permite aprobar y desaprobar palabras en el lenguaje cotidiano para su círculo de influencia, pero nadie le pide consejos sobre cómo manejar sus finanzas personales. A Carlos le interesa poco el cine pero mucho la música, de la cual habla constantemente en su programa de radio. Claramente estos tres sujetos humanos van a involucrarse en distintas actividades del pensar y el hacer humanos; al involucrarse van a moldear gustos y comportamientos ajenos. Cuando se estudia el comportamiento del consumidor en los distintos mercados, se recurre a un dispositivo sociológico que llamaremos “los círculos concéntricos de las tendencias sociales”. La combinación de talento y práctica -cualquiera sea la relación determinante entre ambos- va a elevar como trend-setter (marcador de tendencias) o pionero a ciertos individuos. Constituyen el círculo interior. Estos a su vez contagiarán -y este es el primer paso del contagio o liderazgo de tendencias sociales- a los adoptadores tempranos, quienes si bien no crean -o no siempre lo hacen- las tendencias, son referentes al ser los primeros en adoptar una innovación o hábito. Los adoptadores tempranos son los gatekeepers -guardianes del portal- de lo que será tendencia. Conforman el segundo círculo concéntrico. Un adoptador temprano es quien decide si lo que los pioneros hacen es apenas algo  excéntrico o es algo que “tiene que” ser adoptado para considerarse actualizado/sofisticado/moderno/bien enterado/etc según el área (ciencia/moda/tecnología/artes/lenguaje cotidiano) de la cual se trate. Es decir que los pioneros proponen y los adoptadores tempranos deciden si se trata de algo relevante o no. Al decidirlo, lo vuelven relevante para quienes les tengan como referentes en su área. 
      Manuel es a quien emulamos en temas de computación, Carlos nos comentará cuál es la banda interesante del momento y María nos dirá qué se ve bien en un hombre y en una mujer en términos de vestimenta en estos años. Y así sucesivamente. Es decir, quién es “una autoridad en un tema u otro. El tercer círculo concéntrico entonces está compuesto por los participantes comunes. En este punto hay que aclarar que el término “común” sólo se refiere a la forma de participar en una o varias tendencias. Aunque hay roles en forjar las tendencias, los ocupantes de los roles no son siempre los mismos individuos (“los creadores de modas pasan de moda”, podríamos decir, y recordemos que moda significa “lo más usual” en jerga de Estadística). Cuando los participantes comunes han adoptado masivamente (grandes números relativos al universo total posible) una innovación o hábito, podemos decir que hay una nueva tendencia social en dicho asunto. En el cuarto círculo tenemos a los participantes conservadores, los que sólo se unen cuando ya ha llegado una nueva normalidad. Esto suele ser muy notorio en los cambios tecnológicos o en la moda, cuando el uso de teléfono móvil o un cierto corte de cabello son adoptados por los participantes conservadores sólo cuando ya es un hecho consumado para el resto de la sociedad. De hecho hay una cierta transmisión de este tipo entre estratos sociales con ciertos grupos “huyendo” de los otros con cambios de lenguaje y moda para re-exclusivizarse todo el tiempo a medida que son “alcanzados” (emulados) por otros grupos. Finalmente, en el quinto círculo concéntrico encontramos a los reacios, quienes se niegan a participar de una tendencia determinada. Hay gente que se niega a utilizar teléfono móvil o hacerse un corte de cabello o incluso utilizar una computadora personal. Todos conocemos algún caso directa o indirectamente.
      La adopción de tecnología es particularmente concéntrica: quienes tienen mayor intensidad (interés) en un nuevo producto o tecnología lo adoptarán o comprarán cuando es caro. Al comprar su tiraje inicial, ayudan a recuperar la inversión inicial. Con esos fondos el entrepreneur producirá tirajes sucesivamente mayores en volumen y menores en precio, para llegar a quienes tienen menor intensidad (interés) y no pagarían una prima
(precio extra) por la novedad o exclusividad inicial. Es así como los mercados masifican (“democratizan”) la tecnología y los bajos precios. Con o sin rivales en el horizonte, un entrepreneur visionario (miopes hay muchos) sabrá llegar a capas crecientes de la sociedad porque, simplemente, es un excelente negocio.

 Las instituciones y los círculos concéntricos de la sociedad
Una vez que hemos explicado qué son las instituciones en sentido sociológico y cómo funcionan los círculos concéntricos de las tendencias sociales, es momento de conjugar ambos.
     De alguna manera podríamos hablar de los pioneros y adoptadores tempranos como entrepreneurs sociales y al resto de la sociedad como su clientela. Y como a estas alturas de la Historia sabemos, la relación entre entrepreneur y consumidor/cliente puede resumirse en la siguiente fórmula: el productor propone y el consumidor dispone. Un adoptador temprano es el primero de los consumidores y pero a la vez un productor (proponente) hacia los demás. Un conservador es un cliente tardío. Un reacio se niega a participar, etc.
     De nada sirve una moneda que nadie utilice, unas cortes que nadie utilice como referente de transparencia y justicia, unas empresas que no atraigan clientela o trabajadores capaces, etc etc. Las instituciones son instituciones pues han arraigado. Pero arraigan porque para empezar alguien propuso esos hábitos o protocolos sociales que llamamos instituciones. Y para arraigar, alguien debe dar el ejemplo de su utilización y éxito. Aquí es donde encontramos el punto de encuentro entre la noción mengeriana de instituciones y la de los círculos concéntricos de los mercados y las tendencias sociales en general. Son los pioneros y adoptadores tempranos quienes marcan en toda era de un país la existencia, la calidad y el éxito de sus instituciones. Por eso el rol de las élites (en el sentido cultural, intelectual y sólo adicionalmente, material) es tan determinante.
Conclusión
     Las sociedades humanas tienden a algún tipo de aristocracia (hereditaria en esquemas feudales, política en sistemas totalitarios, meritocrática en sociedades abiertas, combinaciones de aquellas en sistemas mixtos). Los comportamientos, estilos e ideas de quienes se colocan en la arista, impactarán decisivamente sobre la calidad de vida en su sociedad. Aquellos determinarán si el resto de la sociedad percibe el orden social existente como justo o injusto, como abundante o escaso de oportunidades, como libre u opresivo, etc etc. En otras palabras, nos afectamos mutuamente y en distintos temas siguiendo un esquema concéntrico y ese es el método de liderazgo de hábitos en sociedad. Mucho se ha dicho sobre el rol de las instituciones en el éxito de un país (y definamos éxito sencillamente como la capacidad de permitir una calidad de vida balanceada, sin carencias materiales o culturales a sus habitantes) pero la calidad de las instituciones depende de tener liderazgos y ejemplaridades cuando emergen y mientras se sostienen. Un país exitoso entonces es uno en que sus entrepreneurs sociales siembran y sostienen instituciones de cierta calidad. Un país exitoso sólo es posible cuando las cabezas -los liderazgos, grandes y pequeños- son los primeros en cumplir las reglas y hábitos que sugieren a los demás.

Lecturas recomendadas:
– “Por qué fracasan los países” – Daron Acemoglu y James A. Robinson
– “Power & Market” – Murray N. Rothbard
-“The Tipping Point” – Malcolm Gladwell
– Video: El primer seguidor (un adoptador temprano) hace al líder, un líder.

*A veces se define al dinero como un medio de pago de validez universal, pero hay que entender que un universo o totalidad puede ser reducido geográficamente aunque dentro de él, se acepte universalmente algo como dinero. O puede tratarse de un universo en red (redes entre fronteras) o entre nichos.
**Gracias al dinero los intercambios pueden ser en el tiempo (no inmediatos en el sentido de una doble coincidencia de necesidades mutuas en el intercamio) y a través del espacio, entre lugares diversos. Esto permitió el intercambio intensivo entre zonas geográficas más allá de la subsistencia local.
***Eugen von Böhm-Bawerk, alumno de Menger y profesor de Mises.
****A la usual pregunta de “¿Pero si el Estado no pone orden, quién va a crear reglas y hacerlas cumplir?” se puede responder recomendando la extraordinaria investigación del prof. Bruce Benson titulada “Justicia sin Estado” en que recoge casos antiguos y contemporáneos de órdenes y mecanismos legales producidos desde la propia comunidad y al margen de los políticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario