Por Carlos Uribe-Teran
La economista ecuatoriana Cristina Arellano,
investigadora en la Reserva Federal de Minneapolis, publicó un artículo en American
Economic Review en 2008 que revivió un debate académico que había estado
parcialmente dormido desde la publicación de Jonathan Eaton y Mark Gersovitz en
1981: los defaults de deuda soberana.
Un default ocurre cuando un deudor no paga parte o la totalidad
de su deuda. Hablamos de un default soberano cuando el deudor no es un hogar o
una firma, sino que se trata de un gobierno. El último default soberano
declarado por Ecuador ocurrió en 2008, cuando el gobierno de turno decidió no
pagar 30,6 millones de dólares por intereses asociados a los bonos Global 12.
¿Por qué ocurren los defaults soberanos? En general, los defaults soberanos
ocurren cuando la economía atraviesa situaciones complicadas, caracterizadas
por contracciones severas en el nivel de producción y niveles de deuda
acumulados muy elevados. Otra razón puede ser que, a pesar de que la situación
económica sea normal, el default ocurre por un cambio en el nivel de
impaciencia del gobierno: éste decide no pagar la deuda pendiente en un periodo
determinado con el fin de destinar ese dinero a otros gastos corrientes.
Lo curioso es que los defaults soberanos no ocurren
solamente en economías emergentes. La crisis financiera del 2008 generó
contracciones importantes en países desarrollados y llevó a que muchos de
ellos, principalmente en Europa, declararan defaults técnicos. Un caso
emblemático es Grecia, cuya deuda llegó a representar 226% del PIB y Fitch
Ratings declaró el default técnico durante el tercer trimestre de 2013.
Lógicamente, a pesar que nadie puede “meter a la cárcel”
a un estado que no paga sus deudas, el no pago trae consigo algunas
penalidades. En primer lugar, después de un default es normal que el estado
quede excluido de los mercados financieros internacionales por un periodo de
tiempo determinado. Es así que Ecuador regresó a estos mercados apenas durante
el tercer trimestre de 2016, 8 años después de la declaración de default.
Otra penalidad, que es menos obvia, tiene que ver con una
reducción en el PIB comparado con el PIB que se podría alcanzar si el estado
mantuviera el acceso a los mercados internacionales. Esto ocurre principalmente
porque el no pago de la deuda soberana incrementa el nivel de riesgo percibido
por los inversionistas frente a las deudas emitidas por entidades de ese país.
Esto implica que el costo de los créditos internacionales será más alto,
simplemente por el riesgo adicional generado por el no pago de la deuda
soberana.
Los defaults soberanos son un tema apasionante dentro de
la economía internacional, y todavía hay muchas preguntas que permanecen abiertas.
Una de ellas tiene que ver con el rol que juegan las Agencias de Ratings de
Crédito y si su papel en los mercados financieros previene o acelera los
defaults soberanos. Lo que queda claro es que el no pago de la deuda, inclusive
a nivel de estados, trae consigo efectos negativos que pueden ser persistentes
en el largo plazo. Por lo tanto, el declarar un default no es, para nada, una
decisión trivial.