martes, 11 de julio de 2017

Democracia e institucionalidad, una crisis de lenguaje

Democracia e institucionalidad, una crisis de lenguaje

Por Santiago José Gangotena

Es muy común escuchar entre intelectuales, difusores y formadores de opinión, que el problema del Ecuador es la “falta de institucionalidad”, o que “no existen instituciones”. Si bien es verdad que en Ecuador hay problemas institucionales, su ausencia decididamente no es el problema. En Ecuador existen instituciones y existe institucionalidad. Los problemas institucionales se deben al carácter específico de las instituciones ecuatorianas, y la concepción que tenemos sobre lo que constituye una sociedad democrática. Es un ejercicio muy provechoso analizar lo que implica la frase “en Ecuador falta institucionalidad”, pues esta manera de plantear el problema – tan común y equivoca – nos brinda lecciones importantes sobre la naturaleza de los problemas institucionales y la viabilidad de la democracia en nuestro país.

Las instituciones y el lenguaje

Las instituciones son aquellas reglas de comportamiento, tanto formales e informales, que median las interacciones entre individuos, y que a su vez ayudan a coordinar nuestras interacciones. Al aplicar la definición estricta de las instituciones, vemos inmediatamente que en Ecuador estas sí existen. Desde la regla informal que tanto conductores y peatones utilizan al cruzar la calle – comúnmente conocida como “torear los autos” – hasta instituciones formales que mediante castigos y recompensas median interacciones comerciales, civiles, y gubernamentales. El que a menudo las reglas de comportamiento que median nuestra práctica cotidiana difieran de las reglas formales no significa que las instituciones no están presentes, solo nos indica que las verdaderas instituciones, aquellas reglas que median nuestras interacciones, son distintas a las reglas formales. El formalizar las instituciones no es en sí una panacea, pues tiene costos y beneficios, y solo sería beneficiosa sí la regla formal es en realidad una buena regla, una regla que ayude a coordinar nuestras interacciones de mejor manera que la regla informal. El análisis de por qué hay a menudo una gran diferencia entre las reglas formales y las instituciones es interesante y provechoso, pero no es la problemática central de este ensayo.

Como es obvio, en Ecuador hay instituciones y hay institucionalidad, es decir hay un sin número de reglas formales e informales que median nuestro comportamiento. Estas reglas son conocimiento general de todos aquellos que las utilizan. El problema evidentemente no es su ausencia, es el contenido y carácter específico de nuestras instituciones y lo que reflejan sobre los valores y maneras de interactuar de los individuos que conforman nuestra sociedad. Las instituciones no emergen del vacío, son reflejos de características fundamentales de cómo se ven las personas y como se relacionan con su entorno social.

Vincent Ostrom, esposo y compañero intelectual de Elinor Ostrom (Premio Nobel de economía) analiza la relación del lenguaje y la viabilidad de una sociedad democrática en su libro “The meaning of democracy and the vulnerability of democracies: a response to Tocqueville’s challenge”[1]. Su análisis se centra en como la manera en la cual concebimos y expresamos las problemáticas sociales reflejan nuestra concepción de la sociedad, y a su vez dictan las acciones que se deben tomar para sobrellevarlas. Dado que planteamos nuestras ideas en términos de palabras, el lenguaje en el cual planteamos nuestras ideas sobre el mundo social es un reflejo de nuestra concepción de la sociedad. Pero el lenguaje no solo refleja una concepción particular, al reflejar esta concepción también dicta las acciones que se deben tomar para sobrellevar los problemas. La relación entre ideas y acciones, y el rol del lenguaje como iluminador u ofuscador de nuestra comprensión del mundo social es un eje fundamental en cualquier investigación sobre la viabilidad de la democracia y la capacidad de una sociedad democrática para sobrellevar los problemas institucionales que le aquejan.

En su forma más básica, una sociedad democrática se basa en el gobierno de los ciudadanos, para los ciudadanos. La relación entre las ideas, las acciones y sus consecuencias es crítica para el éxito o fracaso del proceso de aprendizaje necesario para que una sociedad democrática sea viable. Ostrom acertadamente afirma que los hechos de la relación entre ideas y acciones, y la naturaleza del mundo social, no vienen dados a priori a ninguna mente humana, estos deben ser descubiertos. La herramienta con la que conformamos nuestra comprensión es el lenguaje. Por lo tanto, nuestra comprensión si bien es necesariamente mediada por el lenguaje, también necesariamente limitada por el lenguaje que utilizamos. Pero el lenguaje no es solamente un limitante, es el lenguaje lo que permite – bajo ciertas condiciones –  incrementar nuestra comprensión de la sociedad y la relación entre las ideas y las acciones.

El lenguaje con el cual concebimos a la sociedad, es un determinante importante para la viabilidad de una sociedad que se gobierna a sí misma. Dicha sociedad debe estar dispuesta al aprendizaje mutuo para ser viable. En sociedades modernas donde existe un alto grado de división de trabajo y conocimiento, la gran mayoría de personas obtiene sus concepciones sobre una sociedad democrática (mediante el lenguaje) de los intelectuales – aquellos intermediarios de ideas de segunda mano –. El lenguaje que estos utilizan y sus concepciones sobre la sociedad son de suma importancia para la viabilidad de las sociedades democráticas.

Falta de institucionalidad y el espejismo de la voluntad popular

Dicho esto, analicemos la aparentemente inocua frase, “en Ecuador falta institucionalidad”. Primero abordemos la estructura de la oración, Ecuador es el sujeto a quien le falta algo llamado institucionalidad. Las implicaciones de esta frase siguen de manera inmediata. La institucionalidad es algo que el sujeto (Ecuador) puede obtener. La falta de institucionalidad tiene que deberse a; o una falta de voluntad por parte del sujeto, o a una falta de medios para obtenerla. La solución implícita es que el sujeto (Ecuador) tenga la voluntad y los medios para obtener institucionalidad. Por lo tanto, debemos empoderar a un agente, que actuando en nombre del Ecuador obtenga institucionalidad. El agente que puede actuar por el Ecuador es el gobierno y debemos infundirle con la voluntad y los medios para obtener aquello que falta.

En el imaginario popular, la voluntad la infundimos mediante el proceso democrático, agregando la voluntad de los individuos en una “voluntad popular”. Los medios le infundimos dándole poder para hacer lo necesario para crear dicha institucionalidad, es decir otorgándole autoridad. Cómo exactamente se le puede infundir al agente con la voluntad y los medios puede estar abierto al debate, pero el curso a seguir queda claramente trazado por el lenguaje que enmarca el problema.

El lenguaje de la frase, no solo enmarca el problema, también refleja una concepción particular de lo que es una sociedad democrática, e implícitamente establece su solución. Vale repetir la concepción particular que refleja la frase; la democracia – mediante el mecanismo de la votación y representación – agrega las preferencias de los individuos que la conforman, para establecer una “voluntad popular”, y empodera con los medios a un agente – el gobierno – para llevar a cabo esta voluntad. Está concepción de la democracia es tan comúnmente aceptada, que su coherencia no suele ser cuestionada. Pero al enmarcar el problema de la institucionalidad con este lenguaje, al concebir de la democracia en esta manera, el lenguaje actúa no solo como una herramienta para la comprensión, también delimita y excluye otras maneras alternativas y mutuamente excluyentes de lo que significa una sociedad democrática.

Arrow y la imposibilidad de la voluntad popular

Si bien la concepción de una sociedad democrática señalada arriba es comúnmente aceptada por intelectuales, difusores, formadores de opinión, y el público en general, el trabajo del economista y premio Nobel Kenneth Arrow nos demuestra que es una concepción fundamentalmente incoherente, una imposibilidad matemática. Ya en 1951, en su libro “Social Choice and Individual Values”[2] Arrow demostró que es matemáticamente imposible agregar las diversas preferencias de las personas en una “voluntad popular” (una función de bienestar social es el termino técnico) que se asemeje al concepto de voluntad que tenemos los individuos.

La demostración de Arrow tiene demasiadas implicaciones para tratar todas en este espacio, de tal manera que me centraré en una de las más relevantes para nuestra concepción de la democracia. Una de las implicaciones del afamado “Teorema de la imposibilidad de Arrow” es que es imposible mediante el voto mayoritario agregar las preferencias de los individuos para obtener un resultado único. De esta manera, la “voluntad popular” que emerge de la votación no es determinada por las preferencias de las personas, es determinado por las reglas de votación y la secuencia en la cual se presentan las opciones por las que se va a votar. En un su forma más fundamental esto implica que la “voluntad popular” no es popular – no agrega las preferencias de las personas para crear una sola voluntad – ya que el determinante no es lo que piensan las personas, pero la secuencia de votación presentada por quien determina la agenda sobre la cual se votará.

El resultado de este fenómeno es lo que se conoce como ciclos de votación, en los cuales en votaciones sucesivas, personas con las mismas preferencias pueden escoger políticas que van alternando (en la primera elección votan por A, en la segunda votan por B, en la tercera por A, en la cuarta por C)[3]. El voto mayoritario, al no brindar un resultado único, pero más bien un resultado determinado por factores más allá de las preferencias los votantes y que puede alternar aleatoriamente, difícilmente se puede llamar “voluntad popular”. Gracias al Arrow, podemos entender por que nuestra concepción de la democracia reflejada en nuestro lenguaje es tan problemática, es literalmente una concepción imposible de materializar.

Las ideas informan las acciones, y cuando los resultados de las acciones no brindan los resultados esperados, la verdad de las ideas se ve cuestionada. Cuando nuestra concepción es que la democracia agrega la voluntad de los individuos en una “voluntad popular”, pero vemos resultados que alternan aleatoriamente y son determinados por la agenda de quien organiza la votación y no por las preferencias de los votantes, la democracia como forma de organización social es cuestionada. Al requerir una voluntad que nos dirija permitimos que se instalen instituciones que concentra poder en la voluntad de ciertos individuos y no en las preferencias de sus mandantes. Nuestros problemas institucionales son en gran parte consecuencia de esta visión imposible de la democracia que es tan comúnmente acepta, es un problema de lenguaje en el sentido más fundamental.

Para resolver nuestros problemas institucionales y seguir teniendo un gobierno de los ciudadanos para los ciudadanos, debemos abandonar esa concepción tan comúnmente aceptada de la democracia como “voluntad popular” (y existen varias concepciones alternativas[4]), pues como Arrow demuestra, es una concepción imposible.


Referencias

Arrow, K. J. (1951). Social Choice and Individual Values (No. 12). Yale University Press.

Buchanan, J. M. (1984). Politics without romance: A sketch of positive public choice theory and its normative implications. The theory of public choice II, 11-22.

Buchanan, J. M., & Congleton, R. D. (2006). Politics by principle, not interest: Towards nondiscriminatory democracy. Cambridge University Press.

Ostrom, V. (1997). The meaning of democracy and the vulnerability of democracies: A response to Tocqueville's challenge. University of Michigan Press.

Riker, W. (1982). Populism Against Liberalism: A Confrontation between the Theory of Democracy and the Theory of Social Justice.






[1] Ostrom, V. (1997). The meaning of democracy and the vulnerability of democracies: A response to Tocqueville's challenge. University of Michigan Press.

[2] Arrow, K. J. (1951). Social choice and individual values (No. 12). Yale University Press.

[3] Si bien los ciclos de votación no ocurren siempre, Riker demuestra que la probabilidad de que estos se den se acerca a uno mientras crece el numero de votantes y el numero de temas sobre los que se va a votar. Riker, W. (1982). Populism Against Liberalism: A Confrontation between the Theory of Democracy and the Theory of Social Justice.

[4] Buchanan, J. M. (1984). Politics without romance: A sketch of positive public choice theory and its normative implications. The theory of public choice II, 11-22.

Buchanan, J. M., & Congleton, R. D. (2006). Politics by principle, not interest: Towards nondiscriminatory democracy. Cambridge University Press.

domingo, 9 de julio de 2017

Dólar versus Euro

Por Pablo Lucio-Paredes

Desde que estamos dolarizados, es importante mirar el valor del dólar frente a las demás monedas del mundo, es una variable clave de la macroeconomía (y de las decisiones microeconómicas de muchos agentes). Por ejemplo el dólar frente al sol peruano o el peso colombiano por la importancia de los intercambios comerciales con nuestros vecinos, o frente al yuan porque de China importamos muchos productos que compiten con la producción nacional. Pero en esta oportunidad nos centramos en la relación euro/dólar porque el 30% de nuestras exportaciones no petroleras van a  Europa (y un porcentaje posiblemente mayor de producción de pequeños productores) y recientemente se firmó un acuerdo de comercio que debería potencia exportaciones e importaciones de ida y vuelta.

¿Qué ha sucedido en los últimos años? El dólar estaba “depreciado” hasta aproximadamente 2013/2014 con un valor del orden de 1.50 dólares por euro (recordemos que el euro arranca su vida efectiva a inicios de este siglo en más o menos 1.15 dólares por euro, y luego pasó por una fase de fortalecimiento del dólar  que llegó a valer 0.88 dólares por euro hacia 2003). El dólar desde entonces se fortalece y llega a un valor de 1.05 en los primeros meses del 2017, con una tendencia de la mayor parte de analistas de pensar que se llegaría a la paridad entre las dos monedas o que incluso se “pasaría al otro lado” es decir una relación de 0.95 dólares por euro. 

¿Por qué ese fortalecimiento del dólar?
Para esto cabe recordar que el valor relativo entre las monedas se establece como resultado de la oferta y demanda de dólares versus euros en el mercado, lo cual proviene de dos frentes. Por un lado hay oferta y demanda para el intercambio de bienes y servicios, y por otro lado hay las necesidades para operaciones financieras (por ejemplo alguien que adquiere una propiedad en EEUU o en Europa, o que invierte en la Bolsa de Valores, o que coloca sus recursos en un banco etc…), estando claros que estas dos caras de la medalla (intercambio de bienes y servicios, e intercambio financieros) están  cercanamente ligadas. Sin embargo en el corto plazo los movimientos financieros “son más rápidos” que los movimientos de bienes y servicios, y por ende los factores financieros inciden más fuertemente en determinar el valor de la moneda, pero en el mediano plazo necesariamente el tipo de cambio depende de ambas variables.

¿Qué ha pasado en estos años?
El ciclo económico de EEUU y Europa ha sido muy diferente. Hacia 2013/2014 EEUU ya salía de la gran recesión de 2008/2009, mientras Europa se hundía aún más. Resultado: en EEUU tasas de interés al alza, en Europa a la baja, lo cual implica que para un inversionista era más atractivo buscar mayores rendimientos en dólares. Además del mayor atractivo de inversiones en EEUU frente a Europa por la propia dinámica económica.

¿Y hacia adelante? Como antes se mencionó, la perspectiva era que el dólar continuara fortaleciéndose, pero esto ha cambiado en los últimos 2 meses por varias razones. Uno, el ciclo americano se ha frenado (las últimas noticias sobre el comercio no han sido muy buenas) mientras las noticias han mejorado en Europa (más crecimiento económico del esperado). Dos, esto ha llevado a una expectativa de que las tasas de interés en los EEUU suban menos de lo esperado mientras que se podría suspender el programa del Banco Central Europeo de inyección monetaria y bajísimas tasas de interés (incluso negativas) con lo cual el euro se tornaía más atractivo financieramente. Tres, el riesgo político en Europa ha bajado con la elección de Macron en Francia y el fortalecimiento de la Canciller Merkel en Alemania (aunque Grecia e  Italia siguen siendo lunares muy negativos) mientras en EEUU el Presidente Trump  ha generado mucha incertidumbre sobre el futuro de la economía.
Por eso ahora se recuerda que el tipo de cambio de equilibrio entre estas dos monedas, anda alrededor de 1.25/1.30 dólares por euro y que quizás lentamente nos encaminemos en esa dirección.


Los vientos han cambiado, pero ojo, pueden volver a cambiar en dirección contraria!

domingo, 2 de julio de 2017

EL PRECIO DEL PETRÓLEO

Por Pablo Lucio-Paredes

Aunque el precio ha caído a la mitad desde el 2014, el petróleo sigue siendo de lejos el principal producto de exportación del Ecuador (similar a los tres siguientes reunidos, banano, camarón y turismo). El último año ha mostrado variaciones importantes del precio del crudo internacional (el WTI que es nuestro referente): ha tenido techos hacia 55 dólares por barril y pisos por debajo de 45, por ende el precio ecuatoriano (que está algunos dólares por debajo de ese referente) ha fluctuado entre 37 y 47 dólares. Por eso seguirle la pista es aún importante y más aún cuando hay momentos, como el actual, en que hay cambios hacia abajo que nos pueden afectar negativamente: efectivamente el precio internacional ha caído abruptamente hacia los 42-44 dólares (el ecuatoriano hacia 35).

¿Por qué? Primero hay que estar claros que todo lo que sucede tiene que ver con elementos de oferta y demanda, sean puntuales y actuales (por ejemplo una huelga en el sector petrolero en algún  país) o de  tendencia (como los especuladores que no compran petróleo físico sino papeles que les permiten “apostar” a una eventual subida o bajada de precio que les genere ganancias), o tecnológicos (nuevas formas de extraer petróleo o la competencia de nuevas fuentes más limpias), o estratégicos y geopolíticos (los conflictos en el Medio Oriente). Todo se refleja en más o menos oferta, y más o menos demanda. ¿Y en este caso? Entre muchos factores:

1) Las empresas petroleras americanas han hecho grandes esfuerzos de eficiencia y ahora con precios del orden de 50 dólares (los que teníamos hasta hace menos de 1 mes) producir más ya se les hace rentable, con lo cual están en tendencia aumentando la producción en cerca de 2 millones de barriles diarios (+2,5% en la producción mundial). Más oferta, menores precios … claro con los menores precios de estas semanas habrá que ver cuál será su reacción de estos productores en el mediano plazo.

2) El acuerdo del cartel de la OPEP, que se dio hace unos meses para limitar la producción y así subir los precios, no genera mucha confianza sobre su permanencia en el mediano plazo. Por un lado porque siempre hay el mismo riesgo en todos los carteles, y es que los miembros medianos o pequeños intenten hacer trampa, no respetando el acuerdo.  Por otro lado porque los noOPEP han seguido aumentando su producción (EEUU y Rusia), es decir los unos pierden mercado en favor de otros. Finalmente porque hay tensiones políticas en el Medio Oriente (la alianza contra Iran que intenta armar los EEUU por ejemplo, o el bloqueo a Qatar), lo que ciertamente puede llevar a un mayor riesgo político y en consecuencia a  un mayor precio, pero también (y eso puede estar sucediendo) a que muchos decidan abandonar el acuerdo de la OPEP e incluso a producir más porque necesitan más dinero en un entorno de mayor riesgo.

¿Y para el Ecuador?
Hay al menos dos temas de reflexión.
Uno, que debemos ser prudentes en la planificación presupuestaria del precio del petróleo, en el 2015 fue 42 dólares el promedio del crudo ecuatoriano, en el 2016 fue 36 dólares y ahora una estimación razonable no debería ir más allá de 40 dólares (aunque el promedio hasta Junio haya sido de 43).

Dos, debemos pensar si el hacer parte del acuerdo de recorte de producción de la OPEP es lógico. No tenemos ningún peso real en el cartel como para que nuestra presencia afecte o no los resultados (aunque el gobierno anterior nos vendió la falsa idea que nuestra presión y negociación interna había sido importantísima), pero en cambio el limitar la producción nos afecta negativamente. Hay entonces dos caminos posibles: o salir de la OPEP, o mantenernos en ella pero con una clausula especial (algunos otros países también la tienen) para poder incrementar la producción.