martes, 14 de febrero de 2017

Dolarización: Literatura reciente

Pedro Romero Alemán

En este post resumiré algunos artículos recientes sobre dolarización en Ecuador(El Salvador) que observan variables como: el empleo, el riesgo soberano, y el bienestar.

Empezamos por un artículo publicado en Economic Letters en 2009 por R. Soto: Dollarization, economic growth, and employment. Éste se enfoca en la demanda de trabajo entre 1991 y 2006 inclusive, en Ecuador. La pregunta que busca responder es la siguiente: ¿cuáles son las razones de la lenta recuperación del trabajo después de la dolarización? La pregunta surge porque los datos muestran que el número de personas empleadas en el 2005 llegó a ser el mismo que había a fines de 1991, esto es 3.5 millones. Cabe aclarar que en este artículo no se estudia si la dolarización causó o no el crecimiento después del año 2000, sólo los determinantes de la demanda de trabajo en el período mencionado, siendo uno de ellos precisamente la tasa de crecimiento del PIB, el salario mínimo, el costo financiero de pedir prestado, y el tipo de cambio real.

Las conclusiones a las que llega Soto son las siguientes: Primero, que la recuperación del crecimiento económico post-dolarización contribuyó de manera positiva a una mayor demanda laboral, sin embargo, la elasticidad parcial indica que tal demanda debió haber aumentado en 91% pero sólo lo hizo en 32% realmente. Los datos aclaran esto al señalar que dos efectos contribuyen a una menor demanda de trabajo:por un lado el de los incrementos de los salarios mínimos, así como el abaratamiento del capital y de las importaciones de bienes intermedios. En otras palabras, mientras el efecto ingreso ejercía una presión positiva, los costos relativos del capital y bienes intermedios importados ejercieron un efecto sustitución de tipo negativo. Según el autor los resultados son robustos al excluir el PIB petrolero del PIB total. Su metodología es estándar en este tipo de estudios macroeconómicos, a saber: un modelo de corrección de errores que le permite calcular efectos de largo y corto plazo, donde las variables son integradas de orden uno. Una observación sería que se debió haber usado el salario promedio de la PEA en lugar del mínimo, aunque esto no necesariamente desharía sus resultados, en efecto, quizás los reforzaría.

El otro artículo es el de C. Arellano y J. Heathcote: Dollarization and financial integration, que se publicó en el Journal of Economic Theory en el 2010. Los autores parten de una pregunta básica, a saber: ¿cómo afecta la regla de tipo de cambio a las posibilidades de un país para endeudarse en el exterior, i.e. en el mercado internacional de bonos soberanos? Ellos califican que un país con mayor acceso a ese mercado está más integrado financieramente que otro que no lo tiene. Aquí yace uno de los trade-offs principales del artículo: que renunciar al señorease puede tener ventajas en cuanto al acceso a los mercados internacionales de crédito, pero esto depende de los fundamentales de la economía. Los autores parte de un modelo neoclásico de optimización donde los agentes económicos: consumidores, empresas y gobierno; esta sujetos a restricciones presupuestarias. Precisamente aquella que corresponde al gobierno puede ser más o menos vinculante dependiendo del régimen de tipo de cambio y de los fundamentales de la economía.

Efectivamente, en este modelo la decisión de dolarizar o no la economía depende de dos shocks, uno de preferencias o demanda por bienes privados y, el otro de productividad; además de un factor de descuento y la tasa de interés. El análisis de sensibilidad del modelo arroja como resultado que un shock mayor a las preferencias torna menos estricta la restricción presupuestaria, o sea genera un mayor incentivo a endeudarse en el exterior bajo un régimen de dolarización. En cambio, si el shock es menor una economía con tipo de cambio flotante es mejor que una dolarizada en cuanto a sus efectos sobre el bienestar porque el gobierno puede hacer uso del señoreaje. Por el otro lado, una correlación positiva y no trivial entre el shock de preferencia y el de productividad también vuelve más laxa a la restricción presupuestaria, lo cual torna a su vez menos relevante a la política monetaria, y viceversa.

En el artículo el modelo es calibrado para las economías de El Salvador y México. Ellos demuestran que para valores razonables de los parámetros del modelo mientras aumenta el bienestar dolarizar una economía como la salvadoreña, no ocurre lo mismo con la de México. Básicamente porque los fundamentales de la primera economía favorecen la dolarización mientras que la mexicana estaría mejor con tipo de cambio flexible y autonomía de política monetaria. Los autores refuerzan sus resultados mostrando que, efectivamente, El Salvador pudo endeudarse más en el mercado internacional luego de dolarizarse; y que en las calificaciones de inversionistas extranjeros la variable de la volatilidad del tipo de cambio tiene un efecto negativo.

Mi reflexión: Es muy valioso contar con estudios de alta calidad que evalúen la dolarización. Pero como todo en economía las cosas no son tan simples. La dolarización nos ayudó a recuperar la economía de manera más rápida luego de la crisis de 1999 por la credibilidad que generaba. Pero no se la acompañó de medidas que mejorarán la productividad, por medio, por ejemplo de un mejor régimen de propiedad. Asimismo, no se aprovechó la dolarización para vendernos hacia el mundo, y especialmente con Estados Unidos, no pidiéndoles señoreaje sino facilitando las condiciones de comercio y de colaboración académica entre los dos países, por ejemplo. En lugar de ello nos cerramos a cualquier iniciativa comercial y hasta declaramos la moratoria de la deuda en el 2008 con lo que mandamos señales equivocadas al mercado de deuda soberana.
Las regulaciones del mercado laboral ecuatoriano junto con los constantes incrementos salariales de mano de obra menos calificada le ha dado rigidez a nuestra economía, y una consecuencia probablemente no intencionada de la misma fue el abaratamiento del capital.

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