viernes, 3 de octubre de 2014

LIBERTAD: El valor más sublime

LIBERTAD: El valor más sublime


Pedro Romero Alemán - promero@usfq.edu.ec

Francis Hutcheson en su conferencia inaugural como profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Glasgow en 1730 disertó sobre la sociabilidad natural de la humanidad. En ella el maestro de Adam Smith expresaba sus criterios sobre esa característica humana por vivir una vida inofensiva, para proteger la vida de otros aún de manera desinteresada eso es lo que denominaba sociabilidad. La misma que consideraba natural a diferencia de otros pensadores del siglo XVIII como Thomas Hobbes que veían en la sociabilidad humana el deseo de procurarse una ventaja al convivir y ayudar a otros. Lo que hoy en día lo definirían como reciprocidad condicional o altruismo recíproco, sociobiólogos tales como Robert Trivers.
Para Hutcheson está sociabilidad humana forma una parte irreducible de nosotros, así dijo que:
Fuente: Artfund
“Si en efecto la benevolencia fuera ajena a la naturaleza humana,…, entonces los hombres ambiciosos, del tipo que están acostumbrados a asumir cargos políticos, no encontrarían gente común tan fácil y tratable como para que se comprometan a sí mismos y a todo su capital a la confianza de ellos.” (Hutcheson 2006: 214)
























En cambio, otros como Bernard de Mandeville pregonaban que ‘los vicios privados generaban virtudes públicas’ y que promovían el interés público. A pesar de tal diferencia ambos autores, tanto Hutcheson como Mandeville, enfatizaron que ya sea mediante la benevolencia o los vicios privados de la humanidad para florecer y generar bienestar general se requería de libertad.
Pero es quizás el hecho de que el comerciar haya sido considerado como un vicio o actividad indigna de los nobles que como describe David Hume:
Fuente: Wikicommons
“El comercio nunca fue considerado un asunto de estado hasta el último siglo; y existe escasamente algún escritor antiguo de política, que haya hecho alguna mención de éste.” De libertad civil, 1742.
























Efectivamente, mientras los tiranos europeos del siglo XVII tenían que cuidarse tanto de sus enemigos extranjeros con ansias de expandir sus territorios como de miembros conspiradores en sus cortes para mantenerse en el poder; algo inesperado y sin planificación alguna fue floreciendo gradualmente, a saber: el comercio al menudeo y en largas distancias y grandes volúmenes. Para Hume el comercio se degeneraría en sociedades donde lo que prima es lo estatal, debido a que sería considerada una actividad menos ‘honorable’ antes que por alguna falta de garantías.
Si tanto nuestros sentimientos morales como vicios pueden contribuir a generar un mayor bienestar en la sociedad será siempre y cuando se respeten reglas de conducta recta afirmaría Friedrich Hayek. Para éste autor nosotros no hemos diseñado nuestro sistema económico, puesto que no somos lo suficientemente inteligentes.

Recientes hallazgos de economía experimental están redescubriendo la importancia de lo que Smith denominó sentimientos morales, la sociabilidad de Hutcheson y especialmente simpatía por tu prójimo, llegando incluso a reconocer que tanto el comportamiento auto-interesado (los vicios) como nuestro interés en el prójimo (benevolente) es fuente de instituciones sociales beneficiosas en general. Ha sido precisamente el equivocado énfasis de la economía neoclásica en una simple maximización de esquemas de utilidad individuales la que ha despojado a muchos economistas actuales de los principios humanistas que formaron las ideas de los filósofos de la ilustración escocesa entre los cuales se destacan Hutcheson, Mandeville, Hume y Smith. Pero ese camino equivocado de la razón ilimitada no nos debe hacer perder de vista que el poder estatal junto con sus cómplices privados se fortalecen si nos desesperamos y buscamos como solución al abuso del poder, sólo más poder.

La libertad es ante todo opuesta al poder, es sublime porque está basada en los principios humanistas en los que se basa la luz del pensamiento que nos permitió dejar atrás la oscuridad y aceptar nuestra falibilidad. ¿Por qué entonces deseamos poder?, ¿por qué nos acomodamos al poder?, ¿por qué cumplimos sus designios y regulaciones?, ¿por qué requerimos de poder para hacer buenos actos?, acaso ¿hemos sido seducidos por el poder?, o ¿deseamos tener un líder todopoderoso que sea quien nos rescate?, ¿por qué no mejor la ayuda anónima de millones de desconocidos, sin gloria, sin pompa, pero que rompan el círculo del poder finalmente? Hoy más que nunca se requiere abolir el poder no construir en base a él, lo último sólo conduce a la tentación.

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